
La verdad, qué joya de película. Uno a veces se olvida de lo bien construida que está Los Increíbles hasta que la vuelve a ver después de unos años, ya con más criterio, más canas o más ojeras —dependiendo del caso— y se da cuenta de que no es solo una peli de superhéroes. ¡Es un retrato familiar con trajes de licra! Es que lo tiene todo: acción, drama, comedia, nostalgia, crítica social camuflada entre puñetazos animados y esa bendita música que te hace sentir que estás en una película de espías de los 60, aunque solo estés tirado en el sofá con una cobija.
Y aunque solo estaba en latino (lo cual no es necesariamente algo malo), fue una experiencia brutal. Esa voz de Mr. Increíble en latino es una joya del doblaje. ¡Esa entonación de "¡Esta noche cenamos bien!" vive gratis en mi cabeza desde hace años! Y no me hagan empezar con Edna Moda, por favor. Esa mujer mide metro y medio con botas, pero tiene más poder que cualquier villano de Marvel. "¡No capa!" es filosofía pura, casi tatuable.
Lo curioso es cómo la peli toca temas tan adultos con total naturalidad. El estrés laboral, la rutina que consume, el deseo de sentirse útil de nuevo, las mentiras piadosas que se nos salen de las manos, la confianza en pareja, los traumas infantiles de un fan rechazado que luego quiere destruirte con una tecnología que parece diseñada por Elon Musk en una crisis existencial... ¿y todo eso en una cinta animada? ¡Pixar, déjame respirar!
Y la animación… Uf. A pesar de que ya tiene sus añitos, sigue siendo increíble (jaja, ¿lo pillas?). Hay algo en la estética retro-futurista de los Increíbles que nunca pasa de moda. Todo está estilizado pero no caricaturesco; es como si estuviéramos viendo una realidad alterna donde los supers nunca pasaron de moda, ni fueron prohibidos por el gobierno
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