De un tiempo a esta parte, se nos ha repetido una y otra vez, casi como un mantra, que las máquinas ocuparán nuestro lugar. Que muy pocos trabajos (ni siquiera los puramente físicos) quedarán libres de la tiranía de la inteligencia artificial y los avances de la robótica. Y, sin embargo, aún es pronto para lanzar las campanas al vuelo y aventurar un futuro plagado de baches y cambios. Prueba de ello es algo que lleva ya un tiempo trayendo de cabeza a los traductores y que las empresas no dejan de vender como un progreso que, en realidad, suena a simple excusa para que unos pocos ganen más dinero a costa de que la necesidad de unos pocos germine un trabajo peor que el habitual: la posedición.